20 Minutos, 23-11-2014. A Astrid Silva la trajeron a Estados Unidos cuando tenía cuatro años de edad. Sus únicas posesiones eran una cruz, su muñeca y el vestido con volantes que llevaba puesto, hecho por su madre. Cuando comenzó la escuela no hablaba nada de inglés. Para ponerse al nivel de los otros niños leía el periódico y veía la PBS. Se convirtió en una buena estudiante. Su padre trabajaba como jardinero. Su madre limpiaba casas de otras personas. Ellos no querían que Astrid presentase una solicitud para ingresar a una escuela de tecnología por temor a que los trámites revelaran que era una inmigrante indocumentada. Astrid presentó la solicitud a sus espaldas, e ingresó, pero siguió viviendo en las sombras. Hasta que su abuela, que venía de visita todos los años desde México, falleció, y Astrid no pudo asistir al funeral por el riesgo de ser descubierta y deportada.